Son tres meses sin apenas tocar tierra. Cruzando el ajetreo del Mediterráneo o el Mar del Norte, el impresionante Canal de Panamá o las rutas menos transitadas del desierto de agua del Pacífico. La vida a bordo de los grandes barcos mercantes, los petroleros o los gaseros transcurre al margen del resto del mundo. Entre motores de varios pisos de altura y una familia internacional de pocas decenas de miembros. A bordo, el significado de una magdalena, de un paquete de cigarrillos o de una mandarina no es el mismo que en tierra firme.

Flotando en la inmensidad de los océanos, los envoltorios de esa magdalena o una bolsa de patatillas no son nada. Están solos, rodeados de trillones de litros de agua salada. Pero un trozo de plástico lanzado al mar por cada uno de los tripulantes de los más de 1,8 millones de grandes buques que recorren el planeta (según datos de las Naciones Unidas) es otra historia. Por eso muchos de los cargueros están convirtiéndose en sistemas aislados. Máquinas casi perfectas de residuos cero.

El problema global del plástico

El dato, por desgracia, ya no coge a nadie por sorpresa. Cada año, ocho millones de toneladas de plástico acaban a los océanos. Se calcula que alrededor del 80% de esta contaminación tiene origen en tierra firme. De hecho, un estudio del año pasado publicado en Environmental Science & Technology señalaba que el 90% de la basura que llega al mar desde tierra lo hace a través de 10 ríos (el Yangtsé, el Indo y el Amarillo lideran esta penosa clasificación).

Así, el tráfico y las actividades marítimas son responsables del 20% de la basura que acaba en el mar. “Aunque en áreas como el Mar del Norte, la proporción se acerca al 40%”, sostienen desde Zero Waste Europe. Hablamos de los plásticos y otras basuras que han dado forma al ‘mito’ de las islas de basura y que están detrás de la plaga de los microplásticos.

Además de plásticos, los barcos generan otro tipo de residuos muy contaminantes derivados del petróleo. Y está el asunto de las emisiones (los 15 buques mercantes más grandes del mundo contaminan como 760 millones de coche, aseguran desde la administración oceánica de Estados Unidos o NOAA). Y, sin embargo, parece que debería ser fácil conseguir que un barco apenas contaminase. Bastaría con que no se hiciesen vertidos y todo se reciclase a bordo.

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