Más que un mapa del tesoro, se trata de un inventario arqueológico. Uno en el que se esconden tantas buenas historias como piezas de oro, plata o piedras preciosas.
Carlos León Amores, arqueólogo submarino, lleva desde 2012 coordinando la elaboración del ‘Inventario de naufragios españoles en América’. Un trabajo todavía en curso que ha rescatado de los archivos una parte de la historia que permanece bajo el agua, objeto de deseo de cazatesoros e investigadores. Un inventario que supera ya los 700 naufragios registrados, desde el de la Santa María de Cristóbal Colón hasta los destructores hundidos en la batalla de Santiago de Cuba en 1898.
– ¿Qué llega antes, el buceo o la arqueología?
Cuando me saqué la primera titulación de buceo, me faltaba poco para cumplir los 18. Y justo en aquel momento empezaba la universidad con la idea de estudiar algo de humanidades. Así que casi hice las dos cosas al mismo tiempo. Fue ya en la universidad donde descubrí que existía una especialidad de arqueología submarina y decidí que era perfecta para mí.
«Antes de bucear en el agua hay que bucear en los archivos. Y eso es incluso más complicado».
– Desde 2012, has estado documentando el ‘Inventario de naufragios españoles en América’. Aunque todo el mundo imagina a un arqueólogo submarino bajo el agua, ¿hasta qué punto el trabajo se desarrolla fuera del agua?
Antes de bucear en el agua hay que bucear en los archivos. Y eso es incluso más complicado. Son dos mundos muy distintos, con metodologías de trabajo diferentes, y en los que te tiene que acompañar la suerte para encontrar lo que estás buscando. Una vez que los naufragios se detectan y se comprueban en los archivos es cuando nos planteamos ir al agua.
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