mi huella digital

En internet, la mayoría de nosotros se mueve como por su casa. Como si lo que dijésemos e hiciésemos solo lo fueran a escuchar nuestros vecinos.

Pero nada más lejos de la realidad. Desde que dimos nuestro primer paso en el IRC y nos bajamos el primer single de Britney Spears en Napster, nuestro rastro en internet no ha dejado de crecer. Nuestra huella digital es mucho mayor de lo que creemos y no se limita solo a las redes sociales. Con un poco de (mala) intención, cualquiera puede rastrear nuestra información personal, nuestros gustos, nuestras opiniones…

Reducir al mínimo la huella digital está en nuestra mano. Gracias a leyes como el Reglamento General de Protección de Datos (RGPD), aún no podemos dejar de existir en internet pero sí reducir nuestra exposición al mínimo. Esta es una historia en primera persona. Esto es lo que descubrí el día que me propuse desaparecer de la red.

Tomar el control de nuestros datos

Hace tiempo que el tema de la privacidad está encima de la mesa. Nuestra cara, nuestro nombre, nuestros gustos, aficiones, inclinaciones políticas y religiosas, nuestros hábitos de consumo, nuestras preferencias sexuales… Todo está, de una forma u otra, en internet. En mayor o menor medida, todos hemos pasado a ser personajes públicos en la red. La información está ahí, almacenada en algún servidor de alguna empresa cuyas intenciones reales no acabamos de conocer. Al alcance de algún ciber delincuente cuyas intenciones todos podemos imaginar.

Sin necesidad de hacer saltar las alarmas ni activar el modo paranoico, lo cierto es que la cuestión de la privacidad y la gestión de los datos personales está en el centro de la revolución digital. Para profundizar sobre el tema hay multitud de lecturas recomendables. Entre las más recientes destacan ‘El enemigo conoce el sistema’, de la periodista Marta Peirano, o ‘Datanomics’, de la abogada y consultora de seguridad Paloma Llaneza.

Volvamos a la primera persona. Siguiendo consejos de diferentes expertos (como los de este hilo del tuitero Liam o los de este artículo de Yúbal FM en Xataka), decido abordar el tema. El primer paso es repasar, uno por uno, todos los servicios y plataformas a las que me he suscrito a lo largo de mi vida online. Más adelante explicaremos cómo.

Al principio fue agobiante, lo reconozco. Pero poco a poco empezó a ser satisfactorio. Como si estuviese limpiando un armario en el que acumulaba cacharros desde los 12 años. En total, me llevó unas seis horas revisar las tres cuentas de email que tengo activas en busca de suscripciones. Plataformas que no sabía ni que existían. Perfiles que nunca había usado. Contraseñas que creía olvidadas (y otras muchas que no recordaba). Hasta encontré una cuenta activa en Second Life desde 2007, aunque no recuerdo haber jugado nunca en ese universo paralelo. Estos fueron los resultados.

Seguir leyendo en Nobbot.