Ser inclusivas y sostenibles. Reducir su impacto ambiental. Mitigar el cambio climático y gestionar los recursos de forma eficiente. Salvaguardar el patrimonio cultural y natural del mundo. Los deberes de la ONU para las ciudades no son sencillos.
Las metas marcadas en el Objetivo de Desarrollo Sostenible número 11 de las Naciones Unidas dibujan un escenario que parece casi inalcanzable para los asentamientos humanos. El futuro sostenible de nuestra especie y la lucha contra la emergencia climática pasa por las ciudades. Y, aun así, a nuestro alrededor parece que solo vemos asfalto, boinas de gases contaminantes y medidas poco ambiciosas para luchar contra la contaminación. Pero no siempre es así.
En el medio de los llanos que forman la cuenca del Orinoco y en el Amazonas profundo. En dos puntos remotos donde pocos esperarían encontrar civilización y, mucho menos, conceptos como desarrollo sostenible. Ahí están Gaviotas y Puerto Nariño, dos pueblos colombianos diferentes al resto. No son grandes ciudades, pero tampoco se trata de comunas alternativas. Son dos localidades que eligieron un camino diferente de sostenibilidad y ciencia (dentro de sus posibilidades).
Puerto Nariño: un río y cero emisiones
No hay coches, ni motos, ni siquiera bicicletas. El único transporte rodado para las más de 8.000 personas que viven en Puerto Nariño, en el Amazonas colombiano, es una ambulancia y un tractor que recoge la basura. Así que tampoco hay carreteras ni calles asfaltadas y la única autopista que conecta el pueblo con el mundo es de agua y mide más de tres kilómetros de ancho.
Puerto Nariño se fundó hace poco más de 60 años a orillas del río Loretoyacú, un brazo del Amazonas. Entonces era solo un pequeño puerto fluvial regentado por dos comerciantes. Hoy es el segundo pueblo más grande del Departamento del Amazonas (el primero es la capital, Leticia) y está habitado, en su mayoría, por indígenas de las etnias Yaguas, Cocama y Ticuna. Pero sus límites los siguen marcando la selva y el río.
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