Cuando Diego Velázquez dio por terminado el cuadro de Las meninas en 1656, los otros grandes pintores de la época ya sabían que se encontraban ante una obra maestra. Lo que desconocían era que el cuadro acabaría ocupando el lugar central de uno de los grandes museos de arte de Europa. Y que el edificio que lo albergaría todavía tardaría más de un siglo en levantarse en unos terrenos que, por aquel entonces, no eran más que prados silvestres.
La dinastía de Felipe IV, reflejado en el espejo de Las Meninas, tampoco duraría muchos años. Tras el reinado hechizado de su hijo y una guerra de sucesión que todavía resuena en nuestros días, se abriría un nuevo periodo de reinado borbónico. Con él llegaría al trono, ya en el siglo XVIII, “el Mejor Alcalde de Madrid”, también conocido como Carlos III. Fue bajo su mandato que los prados de un arroyo (el de la Castellana) se convirtieron en el gran paseo de la actualidad.
El 19 de noviembre se celebra el bicentenario exacto de la fundación del museo del Prado. La historia de su sede, el edificio Villanueva, empieza bastante antes. Pero ya ocupando un lugar central del proyecto de reformas ilustradas para modernizar Madrid (luz, saneamiento y embellecimiento arquitectónico). Ideado como sede del Real Gabinete de Historia Natural y tras un periodo como cuartel improvisado, el edificio del Prado empieza su historia un día de 1763.
Del Madrid rural al ilustrado
Desde que la corte se había mudado a Madrid en el siglo XVI, la nobleza había venido utilizando una zona conocida como Prado Viejo para disfrutar del ocio. El prado de los Jerónimos, el de Recoletos y el de Atocha eran los más populares. Eran zonas arboladas por las que discurrían varios arroyos, entre ellos, el de la Castellana. Con el tiempo, el Prado Viejo fue cayendo en un estado de abandono hasta que en 1763 las ideas ilustradas de la corte de Carlos III tomaron la forma de un nuevo paseo.
Conocida como la reforma del Salón del Prado, las obras dieron lugar a uno de los principales ejes de Madrid y configuraron la capital de España tal como se conoce hoy en día. Los bosques se convirtieron en jardines distribuidos en tres tramos separados por fuentes (Cibeles, Neptuno y Apolo). Los jardines se llenaron de palacios neoclásicos y de edificios científicos, señal de que la ciudad se abría poco a poco hacia una época de nuevas ideas.
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